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Él sí se llama Javier


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Un niño que busca “porqués” sostiene un avión entre los dedos índice y pulgar de su mano derecha mientras trata de comprender por qué vuelan los aviones. Una paloma desciende cerrando las alas y se posa sobre el avión. El niño, que se llama Javier, adivina entonces que se puede volar aprovechando las corrientes de aire sobre las alas. 

 

Dispuesto a comprobarlo por sí mismo, Javier empezó su vuelo iniciático despegando en la casa de sus padres y tomando tierra, junto a sus compañeros de campamento, cerca de la torre de Hércules (A Coruña), donde visitaron una exposición de aeronáutica soviética y de la que salió fascinado, especialmente, con la aventura de una perra llamada “Laika”.

 

La travesía del segundo vuelo fue mucho más larga: varios años en la escuela española más prestigiosa de Aeronáutica le permitieron encontrar soluciones a muchos de sus porqués y, entre otros muchos y profundos conocimientos, escuchar a Pedro Duque, el astronauta nacional más reconocido.

En su tercer vuelo, con aterrizaje en el aeropuerto de Guazimeta (Lanzarote), por un periodo de dos años, consiguió zanjar las desavenencias entre “su mundo” y las exigencias del mundo laboral, decidiendo entonces virar su rumbo y seleccionar un nuevo aeropuerto de destino para su siguiente, y por ahora, su última estación: Toulouse (Francia). Y allí se encuentra…

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