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Nostalgia del vuelo

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Acaso sea el grito de los vencejos

en esos tempranos días de solaz veraniego

el único vestigio del frágil paraíso de mi infancia

que aún hoy logra mantenerse a salvo

en un recóndito bastión de la memoria.


Como un enviado atávico, ese agudo reclamo

-certero como hoja afiladísima-

acude obstinado desde lo alto para sesgar

de un tajo el instante y abrir la puerta

de un tiempo ido, ávido de ser restaurado.


Es la abrupta irrupción de la VIDA que fuera

antes de todas las vidas que ya no lo fueron

después, antes de la perversa masacre de la tibia inocencia.


Luego de aquellos veranos en que la mirada

descalza revoloteaba feliz sobre el misterio

que rezuma de todas las cosas,

ya no quedó ningún refugio al que regresar.


El corazón enterró sus alas, solo

el grito primal de los vencejos consigue

apenas despertar un fugaz temblor

en su salvaje y tierno plumaje; el retorno

a ese hogar inmarcesible en el que quizás

anide la sonora herida del tiempo.

 

Nuria Morán Aguirre

 

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