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¿Estudias o trabajas?


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Hay un recuerdo que renace cada verano durante las fiestas de mi pueblo. Habita eternamente anclado en la filmoteca de mis añoranzas favoritas: la primera vez que saqué a una chica a bailar. Tenía catorce años, pantalón acampanado y la sombra prematura de un bigote adolescente. 

De niño, durante las verbenas, siempre me refugiaba al lado de los músicos, a la vera misma del que tocaba el órgano Farfisa. Me tenía embelesado viéndole mover los dedos sobre los teclados. Era mi atalaya favorita para observar en la intimidad a todos los que manifestaban abiertamente su alegría en la plaza.

Ocurrió durante la festividad de la Virgen del Robledo de 1973. Una chica rubia forastera llegó al baile con sus hermanos mayores, sin atreverse a emular públicamente sus movimientos y algarabías en el altozano. Nos empezamos a mirar con disimulo. Sentí de pronto que había llegado el momento de sacar a mi primera chica a bailar, de abandonar para siempre el refugio niño y musical de mis ya casi olvidados pantalones cortos. Me sobrevolaron las dudas de la timidez y el temor de los sonrojos de la primera negación. Pero algo en mi interior me anunció que aquellas inocentes miradas llevaban un sí guardado entre el brillo de sus ojos.

El músico que tomaba la iniciativa de los temas que iban a tocar les anunció colocando su partitura: Los sonidos del silencio. Me acerqué a ella, y a menos de medio metro de nuestros latidos acelerados, solo logré pronunciar una palabra: ¿Bailas? Inclinó su cabeza hacia adelante. No fue capaz de contestarme, ni de mirarme abiertamente sin la tranquilidad de la distancia, pero puso sus manos sobre mis hombros, y aquello empezó a ser una de las cosas más bonitas que nos habían pasado en el mundo hasta ese momento. Hay canciones que pueden llegar a durar toda una vida.

 

Fue la primera vez, y los sonidos del saxofón y de la canción de Simón y Garfunkel siguen resonando cada verano en mis oídos. Aquel día me di cuenta también de que los besos no son los únicos caramelos de felicidad que terminan saliendo entre los labios.

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