El internado
- Mercedes Coll
- 1 jun
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Era una tarde cálida de finales de septiembre, el verano parecía tomar su último suspiro. Con un susurro de despedida, emprendí el viaje al internado que habían dispuesto para mí.
Apenas tenía nueve años, y con una mezcla de aceptación e inquietud, mi maleta y mi cartera , llegamos al colegio; mi mente revoloteaba como una golondrina en espacio ajeno.
Una monja de hábito oscuro y sonrisa innata salió a recibirnos, abriendo una gran puerta de hierro forjado, un patio amplio y silencioso nos dio la bienvenida , en el se erigían altos muros de piedra gastada, parecían ser testigos de historias pasadas.
Me quedé allí, exhausta, mientras nos mostraban las distintas estancias...
El régimen era estricto, y me costaba adaptarme.
Desde mi habitación divisaba vastos campos de trigo que ondeaban bajo el sol , y se perdían en el horizonte , invitándome a imaginar historias más allá de aquellos muros...
A pesar de todo , encontré aliciente en las amigas que surgieron durante los juegos que tanto me divertían , y desvanecían mi nostalgia , la pequeña biblioteca, que me acercaba a los cuentos que tanto amaba , aquellas poesías que recité a la Virgen y a las monjas embelesaban .
Casi sin darme cuenta, fui adaptándome al nuevo entorno, como un pequeño insecto se integra en la planta y hace su nido antes de emprender el vuelo , en busca de libertad .
De esto hace ya mucho tiempo ...
Ahora mi mente guarda esos recuerdos en un rincón de su memoria, como una reliquia, como un sueño, como una nota de mi historia.
Mercedes Coll




