Cartas al olvido
- Enrique Acevedo Gonzalez
- 1 jun
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Podría hablarte de ciertos insomnios, de retenidas escarchas, de primitivos aromas…
Podría así entretenerte, mientras me es imposible dejar de sentir que, incluso ahora, continúa pasando el tiempo. Tiempo que se suma al sumar de sumas de tiempo y tiempo, de más tiempo y más sumas. ¿Por qué no hacerlo?
El matiz grisáceo, propio del Otoño, es decorado de noches y noche de un ausente sueño que dilata, una vez más, el respirar de un nuevo intento fallido por recuperar el dormir, sobre el que bien se sabe la causa.
Una vez concluido el siempre infructuoso trámite, (últimamente cotidiano), de rescatar el natural desarrollo de entrar en el sueño, nace la inevitable plática en monólogo. Esa conversación imposible de explicar a otro, de tema de todo un poco.
Las horas se ocupan con proporciones de objetivos incumplidos por siempre, de ejercicios que procuran la rima de apretadas sílabas finales.
Lo que más me ocupa es el deambular en itinerarios a tiempo sucedidos desde una novedosa perspectiva de “madurada” opinión. Preguntas y suposiciones, dudas y matices, y alguna conclusión que de nada sirven, así lo procuran.
Un esfuerzo de voluntad imprecisa desembarca. Trae consigo singulares deshechos de tempestades oceánicas. También habituales y novedosos relatos que no olvidan el sideral reflejo que la ruta ha depositado en mis ojos.
Enrique Acebedo




