A la señora Kika y al señor Pascua. "Nostalgia".
- Carmen González Pascua
- 9 abr
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Actualizado: 10 jul
Carmen González Pascua

Era cuadrada, con poca luz, la que entraba por la chimenea y una bombilla que solo se encendía de noche (porque no quedaba otra). De día había que mirar las perras. Cuatro paredes blancas y techo alto de madera oscura, menos una que era donde estaba la chimenea que era negra y tenía los laterales blancos. El suelo era de piedras de pizarras grandes, unidas por cemento y barro e inclinada hacia la puerta … “ladero” decían. La puerta era de madera de dos hojas con aldaba y cerrojo… sonaba… eso me encantaba… cerrar y abrir.
A la derecha se encontraba una silla baja de mimbre y madera y a continuación la cocina de gas, de 3 fuegos: mediano, pequeño y grande (de derecha a izquierda) con la bombona debajo. Había una puerta a la derecha y le seguía la silla especial, también de mimbre, del abuelo Pascua. Él no podía sentarse completamente pues tenía una enfermedad (no sé cuál). Su pelvis no se lo permitía. Era un ser muy entrañable, muy particular, lo adoraba. Nos contaba miles de cuentos propios. Uno muy especial era hacer desaparecer el dedo gordo de la mano izquierda. Yo tardé mucho en descubrir esa magia suya. A su lado estaba la lumbre.
La chimenea siempre con el puchero redondo y haciendo la comida, con tapadera redonda y un agarrador también redondo (quemaba mucho); la señora Kika, mi abuela, hacia lentejas… ¡las mejores del mundo! No tenían nada, como ella decía, rellenos de pan, a veces, ya que eran plato único… ¡a mí me encantaban! jamás comí otras iguales. También hacía cocido con poca cosa, siempre llevaba tocino y tenía que sobrar para la tarde, para poder hacernos nuestro pan con mantequilla, que decía ella: era pan untado con tocino frio y por encima azúcar. ¡Qué gusto y rico! Nos encantaba a mis primos y a mí.
También tenía una mesa cuadrada de madera con un cajón. Siempre había que calzarla porque no sentaba bien y cuando nos poníamos a comer con los platos o la fuente para todos se caía el contenido. En el lado izquierdo de la cocina estaba el basal, que era también de madera y alto. Abajo había dos puertas con lacenas donde guardaban las cazuelas, y en el medio dos cajones; uno con los trapos de cocina y los cubiertos y el otro con el pan y los regojos sobrantes. No se tiraba nada. Encima había estanterías con los platos (pocos) y algún vaso de porcelana como los platos.
Kika se sentaba a la izquierda y siempre que podía leía (aprendió sola a leer) sus novelas del oeste. También hacía ganchillo… ¡unas puntillas preciosas! con hilo muy fino. Ella veía muy mal, llevaba gafas y pegaba el libro y el ganchillo a sus ojos, muchísimo. Yo no entendía como podía sacar cosas tan bonitas tan cerca de sus ojos. Yo la imitaba y no veía nada… Pasábamos ratos alrededor de esa chimenea con esos seres tan, tan especiales. Era mi lugar perfecto…




