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Tormenta Interior

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Lóbrega noche. Noche lúgrube ceñida de fuertes vientos. Vientos que anuncian tormenta. Tormenta que arroja sobre la metálica piel gruesas gotas. Gotas que, a pesar de resbalar, me fusilan como balas gélidas y ardientes. Ardiente está el carburador de mi corazón. Corazón malherido que vierte aceite debido al recio vaivén. Vaivén que muestra la quilla dañada a los fulgurantes rayos. Rayos de un Zeus vengativo que pueden abrirme en canal y lanzarme a las frías profundidades de Poseidón.


La timonel que regía la nao ha encontrado otro Ulises. Abandonado y herido, el timón se ha vuelto loco, navego sin control, sin ánimo...., y sin rumbo.

Con el corazón destrozado, antes de entregarme al naufragio, el mar se vuelve calmo.


La tormenta ha pasado. Varado, espero mi total aniquilamiento. Entonces percibo un susurro:

-Quiero reparar tu corazón, quiero que vuelva a bullir. Seré tu timonel.

-Y, ¿tú quién eres? -inquiero, desconfiado, con mi cochambroso ojo de buey.

-Soy la ninfa del amor y de la esperanza...


Reparado, y reflotado, la nueva timonel boga por los mares esmeralda rumbo al Edén.


Bernardo Martín Sagrado.

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