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Con cinco colores


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Veo el viento

atento a sentir su luz turquesa

que trae y lleva

la sal del horizonte.

Huye esquivo el viento,

como el tiempo huye

de sí mismo.

Tiempo es viento,

¡tramposo tiempo!;

al fin, viento.



Toco el vuelo de gaviotas

y la brusca suavidad dibuja

sus quiebros y malvas regates.

Siento, cálido en mis dedos,

el ir a ningún sitio

de su caprichoso vuelo.



Oigo los brillos que esboza el agua

en las rocas quietas

vestidas del verde

que, en su quietud, asumen propio.

Tercas, perennes

en su dureza. Las oigo brillar.



Huelo el sonido de la espuma

de las olas mensajeras...

...mensajeras de no sé bien qué.

A veces, suave caricia son;

otras, hacha azul asesina

que insiste en cortar amores,

ilusiones... vida, efímera espuma.

Solo sonido de espuma.



Sabor a luz del sol.

Amarga, siena luz del atardecer

que muere engullida

por el horizonte mar.

Amanecer, vida camino del ocaso;

muerte al anochecer...

para volver a la vida

una y otra vez, una y otra vez.

Sísifo sol castigado a repetir y repetir,

por los siglos de los siglos, su luz.



Sentir para ver.

Con solo mirar no se ve.

Hacen falta cinco colores

para pintar el mar.

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